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jueves, 15 de enero de 2015

Síntomas de la catástrofe

        






Se comenzó a producir una ansiedad insaciable; no paraba con nada. Mis manos sudaban sin cesar. Un cigarro tras otro pasaba por mi boca; mi cuerpo temblaba, no lo podía detener. Me desesperé tanto que pensé en arrojarme por la ventana. Volar, ser libre, un par de segundos y luego nada.  La abrí. Pude sentir como el viento levantó mi falda, y mientras los lunares adquirían vida propia tuve un momento de claridad. Caí sobre la cama y cerré fuertemente los ojos. "Pobre niña retorcida" pensé. Cogí el poco dinero que tenía en el pantalón del día anterior y abrí la puerta .


Al salir a la calle quería correr, huir de todo, pero los tacones me lo impidieron. El frío comenzaba a entrar a través de mi ropa. El sol ya se había ocultado, los niños habían dejado de jugar en el parque, las tiendas ya estaban cerradas. En un callejón oscuro tomé asiento. Era tranquilo. Las luces iban y venían, dándose paso cadenciosamente como en un extraño juego pautado. De mi bolsillo derecho cogí el ultimo cigarro que me quedaba; lo llevé hacia mi boca, quedó manchado por el rojo que cubría mis labios.


Llegó un punto en el cual no soportaba el frío. Tuve que regresar a la realidad.


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