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martes, 3 de septiembre de 2013

Todo. Gris.

        

Hoy es un día completamente igual a los demás. Y de eso se dio cuenta después de experimentar un profundo pero fugaz orgasmo, lo que rompió la magia del momento. Sí, últimamente todos los días presentaban esa pátina gris que los vuelve comunes y anodinos, tanto como esos nubarrones que poblaban el cielo anunciando el fin del verano; su propio fin. Pensaba en eso mientras se arreglaba un poco, haciendo como si nada hubiera ocurrido en esa habitación, como si hace simplemente unos escasos segundos todo su cuerpo no se hubiera estado retorciendo sobre sí mismo bajo un influjo febril, aunque vacío y estéril. Hay muchos impulsos que provocan acabar en una cama, pero entre todos ellos destaca la pasión. Pasión puramente sexual, nacida de lo más profundo, capaz de sacar a la luz arrebatos oscuros y animales. Pasión nacida del amor, que vuelve inútiles las palabras y desborda corazones y miradas, que se devuelve con manos y lenguas. Pasiones que pueden tomar otro carácter más vengativo, doloroso o superficial, más las pasiones no son, de por sí, negativas; simplemente son fuerzas de mayor o menor intensidad. Sin embargo no eran esos misterios despóticos los que la habían obligado a desnudarse; era la nostalgia. Ansiaba volver a sentir algo, una gota de lluvia capaz de liberarse de la opresión de esas nubes grises que presagiaban una tormenta invisible. Pero cuando asomaba su cabeza por la ventana el cielo solo le devolvía sequía, aridez y laconismo. Por eso se había visto obligada a buscar la humedad entre sus piernas, esperando volver a encontrase.

Se sentía tan perdida desde que él se había ido.

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